Leemos en el
Evangelio estas palabras bellísimas de Jesús a sus discípulos: "Quien a vosotros recibe, me recibe a
mí y a mi Padre" (Mt 10,40).
Se refiere a
recibir a unas personas concretas que ondean, en su corazón y en su mirada, la
bandera de la libertad. Son libres por el Evangelio que anuncian; libres porque
son conscientes de que Jesús ha puesto sus
"palabras de Espíritu y Vida” (Jn 6,63) en sus labios; libres porque,
mientras sean fieles al Evangelio que su Señor les ha confiado, no tienen que
plegarse a nadie que les incite con favores y reconocimientos a desvirtuarlo. Son
libres porque quien les envía es el Señor, que ha vencido a la muerte.
Al decirnos Jesús
que quien les reciba es a Él y a su Padre a quienes reciben, está señalando
implícitamente que únicamente los que acojan el Evangelio que predican, tendrán
el corazón lo suficientemente purificado como para reconocerle a Él en sus
enviados.
Este es uno de los
más brillantes dones que Jesús legó a su Iglesia: que haya hombres que tengan
la Gracia de hablar en su Nombre, y que haya personas que reconozcan en sus rostros
la Luz de Jesús y los reciban mucho más que por amistad... los reciben porque
saben que reciben a Jesús y al Padre.
https://www.youtube.com/watch?v=GdIidbnjweU&feature=youtu.be
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