A dos pasos, solo a dos
pasos estás mi Señor para liberarme de estas cadenas que me atan al pasado,
solo dos pasos y me habrás soltado de estos grilletes que me hieren, haciéndole tanto daño…
Ayer…Ayer fue pasado,
esta mañana… ya ha pasado y ahora cuando mis ojos parpadeen, en ese mismo
instante, también eso se habrá tornado… pasado.
Pero solo hay dos pasos
para soltar y fluir. Fluir como pluma que se eleva en la suave brisa de tu
aliento, ligera y perfecta ante la mirada de tus vibrantes y ardientes ojos,
más, en esos dos pasos ¡qué largo y cansado se me figura solo el hecho de
pensarlo!, demasiado estrecho y angosto el camino para dar el primer paso,
arrastrando conmigo el peso de mis pecados. Anclada…anclada estoy en este
banco, miro mis pies y bajo ellos se ciernen agitadas aguas que tambalean mi
corazón angustiado, siento el movimiento de mi pecho el aire que entra y sale
despacio…despacio… todo está callado, y Tu al otro lado, pasas delante de mi
esperando, pero…que es lo que me detiene, ¿qué es lo que me impide ir a
refugiarme entre Tus brazos? Estas cadenas pesan tanto que mis ojos se pierden
en el profundo abismo de un pozo silenciado…
Que he hecho mi Señor,
¿porque hago lo que no quiero?
Miro Tu cuerpo y me
detengo en Tu hermoso cuerpo sobre Tu Altar Sagrado. Límpiame mi Señor, hazme
renacer de nuevo como brote de hierba que crece liviana y fresca junto al
arroyo de tus manos, borra mi culpa, limpia mi pecado, dame vida…la vida que
sopla de tus labios…os lo ruego. Solo son dos pasos mi Señor, solo dos pasos...
pero que agotada estoy de herirte tanto, que cansada estoy de esta carne de
pecado.
¡Ay! mi pecho
como las olas en un mar en calma, se agita, aguardándote en lo secreto.
Me postré ante Ti donde
Tú me aguardabas y Te oí decir: no temas, soy yo. Con el alma henchida de pena
fuiste desprendiendo cada eslabón que me aprisionaba, despacio, muy despacio
apartaste mis hombros de la carga y erguida pude dar el primer paso.
Ahora aquí estoy de
nuevo mi Señor en este banco anclada, avergonzada. No ha pasado tanto tiempo… y
de nuevo debajo se agitan aguas oscuras que hacen tambalear mis pies cansados,
frente a un viento impetuoso que no me deja dar el primer paso y tú al otro
lado aguardando vuelves a tenderme la mano… lo siento tanto… me aferro a ella
con fuerza ¡no me sueltes que me hundo, mi Señor! Caigo y me levantan tus manos
y te oigo decir: Soy Yo, no tengas miedo, SIEMPRE te estoy esperando.
Y de repente se abrió
ante mí tu tienda de luz, toda ella resplandecía nítida y serena, y por fin
pude escuchar y decir: prendida esta mi alma, mi alma sobre tu pecho, como
suave olor a incienso que se eleva hasta las puertas de Tu cielo.
(Loles)
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