viernes, 15 de mayo de 2020

¿Dónde estás dolor?


    


                                                            
No hay banderas a media asta en mi ciudad y mi ciudad está muriendo pero mis ojos no ven el dolor; no hay sonido de campanas en mi ciudad y mi ciudad está muriendo pero mis oídos no escuchan el dolor…

Me pregunto por qué oigo cánticos y aplausos en los balcones de nuestras calles. No entiendo qué pasa por la mente humana que a todo se acostumbra y se deja llevar anestesiada al precipicio, sin resistencia ni atrevimiento.

No entiendo los chistes si la muerte también acecha a quien los escribe y dibuja. Qué triste es decir: “La historia juzgará”, y ¿mientras?, mientras vamos desapareciendo como hojas arrancadas sin sentido de muerte.

Necesito banderas con crespones negros y trompetas con Himnos de silencio; necesito llorar por los muertos y despedirme de mi padre. No, él no es digno de vivir, sus arrugas le delatan y ya no importa si construyó la libertad, es carne de precipicio.

¿A qué lugar han llevado tu cuerpo papá?, no te encuentro…

Pero Dios conoce a los culpables sin remisión. Pido a Dios que no les espere al día final y, que por la Consagración de este país a su Corazón y su clemencia, les aparte de nuestras vidas y seremos apartados de una muerte injusta. 

Qué Dios nos ayude a escuchar el dolor a gritos de nuestros hermanos y, que ni uno más de ojos vidriosos, deje la tierra.

¡No escucho el dolor!!!   
        
  Emma Díez Lobo

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