Acostumbro nombrar, con cierta frecuencia, la
Espiritualidad de la Palabra y sobre ella escribo hoy. Sabemos que el Espíritu
Santo desentraña la Vida que subyace en el interior de la Escritura, Vida que
atraviesa nuestra alma llenándola de Divinidad (1P 1,22-25). La
Palabra así prendida en nuestro ser nos sitúa en Presencia de Dios y
contemplamos su esencia: El Gran Corazón volcado hacia nosotros y que "conoce
a fondo nuestras angustias" (Sl 31,8) más aún " recoge en sus manos
nuestras humillaciones y fracasos" ( 10,14).Jesús es el Gran Corazón de
Dios Encarnado que compadecido de nuestras penas dice: " Venid a mí los
que estáis agobiados y desanimados..."(Mt 11,28) Gran Corazón que se
aprieta contra ti, si es que le dejas, en tus situaciones límite; que late en
la Palabra sobretodo en el Evangelio infundiendo en sus entrañas su Espíritu.
Los
discípulos de Jesús se hacen con este Tesoro que no cabe ni en todas las cajas fuertes de todos los bancos del mundo y que Él se lo pone
en bandeja. Oigamos lo que les dice: "…os anuncio que muchos profetas y
reyes quisieron ver lo que vosotros veis y no lo vieron, y oír lo que vosotros
y no lo oyeron." (Lc 10,23-24) Esta es la riqueza insondable de la
Espiritualidad de la Palabra.
P. Antonio
Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
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