La palabra temor para
un israelita no significa lo mismo que para nosotros que la asociamos con el
miedo. De hecho un israelita es instruido en el temor de Dios: voy a enseñaros
el temor de Dios, dice el salmista; temor que es uno de los dones del Espíritu
Santo y principio de toda Sabiduría (Pr 1,7).
El Salmo 112 nos
ilumina a este respecto: "Bienaventurado el que teme al Señor y ama de
corazón sus mandatos".
Sabemos que en la
Espiritualidad Bíblica palabra y mandato son sinónimos. Hablamos entonces de un
temor glorioso que nos impulsa a obedecer amorosamente a Dios... a sus
palabras. Abraham representa a todo fiel que teme a Dios es decir que ama sus
palabras con todo su corazón incluso cuando le descolocan como cuando le dijo:
¡Sacrifícame a tu hijo!
Nuestro padre en la fe
con el corazón destrozado y perplejo le obedeció. Sabía, aunque no cómo,
que el sacrificio no se consumaría. A punto de clavar el cuchillo sobre Isaac,
Dios detuvo su brazo y le dijo: Ahora ya sé - y tú también - que me temes, que
me amas no con la boca sino con el corazón. Ahora ya lo sabemos los dos. He ahí
el amor perfecto entre Dios y sus fieles.
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
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